
Desde la ventana de mi casa
la primavera se cuela entre los velos,
las flores del jardín
se zarandean
en entusiasta danza mañanera…
Los sonidos del día
más alegres…
Y el canto de los pájaros
anuncia,
aleteos nupciales…
Apareo…
y el llenar de los nidos
aguardando…
La vida
entre infinita y promisoria,
es rito febril de gracia y reverencia…
y el verdor de los árboles,
nos trae
promesa de reparo
y sombra bienhechora…
Y en esta exaltación de la esperanza,
verbo ancestral junto a los días,
que tibios de sol
y brisa fresca,
permanecen diáfanos de gloria…
Y se recibe el cielo límpido de brumas…
Y se estremece el alma
alborozada…
Las penas son menos penas en septiembre,
porque el amor renace remolón de tanto olvido…
Y se despierta el hombre de su siesta,
con hormonas que aguzan los olores,
despliegue libidinoso de humedades,
que a la creación
pone en marcha en un instante…